Nos ocurría hace poco con un usuario de nuestro programa de facturación: ¿por qué tardaba tanto en llegarle el email para restablecer la contraseña de su cuenta?
No había pasado ni un minuto desde que la solicitó, pero el usuario estaba indignado porque, decía, debería haberle llegado al instante.
La velocidad de un programa de facturación
"Estamos en la época de la velocidad", sentenciaba hace tiempo el semiólogo Umberto Eco en un famoso artículo bajo el título: "El mago y el científico".
Estamos tan acostumbrados a que todo funcione tan rápido, que nos ponemos nerviosos si tardamos más de un par de segundos en recibir un email.
La tecnología nos ha (mal)acostumbrado de un modo que, a veces - demasiadas veces -, alguien que nos escribe para hacernos una pregunta, al minuto ya nos vuelve a escribir para preguntarnos si hay alguien ahí, que por qué no le respondemos.
Y es que el usuario, como recordaba Eco en aquel artículo, vive la tecnología como magia. ¿Y qué era la magia? "La presunción de que se podía pasar de golpe de una causa a un efecto por cortocircuito, sin completar los pasos intermedios", señalaba el pensador italiano.
No es magia todo lo que hace un programa de facturación (aunque se le parece)
Un software de facturación es el resultado de un esfuerzo de programación cuya finalidad, como no nos cansamos de repetir publicitariamente, es hacerte la vida más fácil.
De ahí su aspecto mágico: necesito hacer una factura, clico sobre un botón y ya la tengo. Que he de registrar un gasto, lo fotografío con el iPhone y lo cargo por la app móvil.
Sin embargo, a veces algo se tuerce - no siempre, afortunadamente, por culpa del software -, o, simplemente, determinados pasos exigen un par de segundos más de lo acostumbrado (como restablecer la contraseña).
No hay que impacientarse. Como en aquellos antiguos trucos de magia, siempre acabará saliendo el conejo de la chistera. Aunque tarde un poco.